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Siempre suena muy sangrón cuando sale el tema de Twitter y empiezas a comentar lo bello que era antes, el cómo gracias a él conociste a buenos amigos y que son tanta parafernalia, sólo 140 caracteres de texto y nada más, creaste post que otros leían y compartían mucho antes del retweet pero la verdad es que era un tiempo muy bonito.

Entre amigos de aquellos tiempos suele escucharse el «Era bonito porque éramos poquitos» y sí, éramos «poquitos» compartiendo de todo, escribiendo de todo y siguiendo a otros usuarios sólo por el gusto de seguir textos cortitos y sustanciosos. Nos veíamos como la crema y nata del Internets opinando del mundo, ajenos a la crítica pero criticando. Aprendimos la importancia de ser concretos, de eliminar verbos, artículos, pronombres, y todas las palabras totalmente innecesarias para expresar una idea.

Después llegó el momento de dar el siguiente paso, reunirnos para saber quiénes estaban detrás de las arrobas, símbolo que sólo se había usado para el correo electrónico y ahora era parte de nuestra identidad (nada ni nadie ha superado el poder de la arroba, ni siquiera el poderoso Facebook). Lo que algunos podrían de tildar de irresponsable, los tuiteros se pusieron de acuerdo para conocerse en fiestas tuiteras, Guadalajara y el entonces DFectuoso fueron las sedes de esas reuniones que congregaron a los amantes de la ballena, sí, esa ballena que anunció muchas veces la «caída del sistema», esa que odiábamos pero tolerábamos y que al parecer contribuyó a fortalecer nuestra relación amor-odio con la red del pajarito azul.

Pero ahora, aunque Twitter es mi red de cabecera, me genera cierto sentimiento de miedo y desconfianza porque con la llegada de los famosos, reporteros, medios, escritores, fotógrafos, cantantes, actores, ¡polítios!, llegaron los advenedizos…disculparán el término peyorativo pero todas esas personas que abrieron su cuenta sólo porque alguien en televisión pidió que lo siguieran en Twitter y después nunca entendió la importancia de no tener pinchemil caracteres para escribir y abandonó su cuenta, así como todo lo que han hecho para intentar manipular los Trending Topics y su evolución a grupos de bots y trolls, de cuentas con contenido pr0n, los followbackers y todas esas cuentas me han generado desconfianza y miedito de publicar en mi propio perfil.

Obvio después de eso dirán que se resuelve fácil, dejando de seguir gente, usando filtros de búsquedas, listas, poniendo privada mi cuenta o de plano eliminarla, pero la verdad es que a pesar de todo y de todos, Twitter sigue entre mis consentidos, porque no encuentro mejor forma de concebir a la «opinión pública» porque así como esos momentos bonitos al inicio de mi registro en 2008, todavía pienso que gracias a Twitter y otras redes sociales, conocemos lo más brillante y decadente de la sociedad. Todas esas voces anónimas que en algún momento nos han regalado hashtags memorables y asqueantes nos ayudan a entender cómo somos, no importa qué tan fuerte sea el resultado.

A menos de seis meses de cumplir 10 años en Twitter agradezco su existencia, porque ahí conocí a gente maravillosa que aunque ahora no frecuento tanto llevaré siempre en mi corazón, además de que me condujo a mi profesión, cualquiera que esa sea. 😉

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