¿La vida perfecta no existe, aquella en la que todo es felicidad, alegría, éxito, grandes logros y metas alcanzadas? La verdad es que eso no podría llamarse vida feliz, por lo menos no en mi concepción del universo.
Los golpes, errores, fracasos y frustraciones nos llevan a valorar esos momentos que conforma aquello llamado felicidad, momentos que por cierto son los menos, más breves y efímeros y a los que gracias podemos conocer la perfección de la vida.
Extrañar a un hijo, un padre, perder un trabajo, terminar una relación, extraviar la salud nos llevan a tratar de recrear aquellos pequeños fragmentos…algunos entre lágrimas y sollozos, otros tantos esbozando una pequeña sonrisa que quisiéramos convertir en un cable que nos arrastre hasta ese preciso instante.
La vida es perfecta por mucha tristeza que encontremos en ella, esas pequeñas dosis de dolor nos hacen valorar y atesorar lo que llamamos felicidad.