La selfie, esa foto donde en primer plano aparece en todo su esplendor el rostro de alguien, ya sea sólo o acompañado es muy popular, sobre todo después de esa épica foto de Ellen DeGeneres en los Oscars del 2014. Esa práctica fotográfica la usaré para conceptualizar lo que he llamado Selfie-Periodismo práctica más común entre algunos columnistas, reporteros y editores quienes han olvidado el oficio de contar historias originales y sobre todo relevantes para caminar hacia escenarios donde ellos sean los protagonistas.
Como nunca antes y excitados por la fama y popularidad que puede dar el Internet y sus redes sociales se quiere ser periodista, escritor, opinólogo que reúna likes y seguidores, detrás quedaron las historias, las denuncias, los motivos, los conflictos, la gente…¡O más triste sólo por ser llamado así!
¿A caso nunca te enseñaron a escribir, a identificar y amar u odiar los géneros? ¿En algún momento de la carrera te explicaron lo importante de usar los acentos y la ortografía? ¿En qué momento fue más importante ostentar el título del cuarto poder que demostrar la fuerza de las palabras, de la comunicación a favor de la memoria y el registro de los hechos? El escritor como parte de la historia no está prohibido, es más, es una herramienta válida y valiosa para dar profundidad a un tema, pero no cuando se forza el recurso para ser el centro de la historia.
Este podría ser uno de los más grandes pecados pero lamentablemente el panorama es peor con la intervención de malas mañas en quienes mezclan su gusto por el dinero que compra palabras y pautas para aumentar los números y seguir vendiendo la INFLUENCIA.
SIN GENERALIZAR, pero es importante hacer un ejercicio de autocrítica entre quienes nos llamamos comunicadores, colegas pues. Los casos en que se desvirtúan los recursos y herramientas poderosas como el Internet para la fama personal aumentan en todas las fuentes. Con certeza no puedo afirmar que sea un fenómeno nuevo y que en todas las fuentes ocurra, supongo que pasó con la masificación de la televisión, la radio y los impresos, pero en los pocos años que tengo trabajando, he visto cómo se manejan los medios y comunicadores locales y nacionales; cómo el término mercenario para mí cobró sentido y no sólo fue una falacia que escuchaba o leía por gente enojada que lo usaba como ofensa.
¿Por qué quieres ser periodista? Una pregunta fácil y complicada al mismo tiempo a la que ya diste respuesta desde que anotaste en esa forma de inscripción e incluso antes, cuando le contaste a tu familia y amigos que tomarías el camino de la comunicación. Pero antes de esa respuesta apresurada y pre fabricada donde pretendes decir que tu objetivo es hacer un cambio y combatir las fuerzas del mal cual Batman de historieta; deberías de verdad responderte con total sinceridad y seguro al que no te gustan las matemáticas, se podrían sumar las suficientes razones para NO ser periodista o sí.
Cualquiera que sea la respuesta debemos entender la responsabilidad que debe existir en los comunicadores, no es menor, se trata de una responsabilidad social e histórica que a cada momento convivirá con otros temas como la ética, el rigor y sobre todo la pasión. El oficio del periodismo no se aprende en cuatro años de universidad, se le debe tomar cariño pero sobre todo respeto, en un mundo en el que además de los dilemas propios de la profesión, la exigencias de la inmediatez, el Internet, las tendencias, los malos salarios y horarios, hay un aprendizaje interminable.
Como lo he dicho muchas veces, nos hace falta mucho trabajo de adaptación y cooperación entre dos generaciones de comunicadores, compartir experiencia entre quién enarbolaba la idea romántica de la objetividad y las grandes plumas y entre quienes están deslumbrados por las redes sociales, la fama y el reconocimiento que parece fácil. El desprecio y alejamiento de unos y otros, debilita al gremio, debilita uno de los oficios más apasionantes que existen y al que debemos tanto, para bien y para mal.
El Selfie-Periodismo es un mal, pero también una oportunidad para identificar a los buenos, a quienes de verdad están comprometidos a «arrastrar el lápiz», a «desgastar el teclado» y no sólo ser un vividor charlatán que se prostituye por likes.